domingo, 13 de diciembre de 2009

Feliz con su felicidad.

Allí estaba ella, sentada en la silla de ruedas quejándose de sus achaques y diciéndome que así no iba a poder salir en Navidad debido a su inoportuna caída del Jueves. Pobrecita. Así que entre bromas y veras, pitos y flautas y conversación, le dejé mi móvil para que hiciera algunas llamadas cómodamente. Le marqué todos los teléfonos que me pidió. De amistades de cuando aún era soltera. De amigos que luego fueron los de mi madre y mis tíos. Que más tarde han sido amigos míos. De personas que tienen un trozo de nuestros corazoncitos.
Fue genial ver su reacción. Según descolgaban y ella saludaba, le cambiaba la cara y se reía a carcajadas. La reconocían al instante y ya, acto seguido comenzaban una conversación como si se hubieran visto ayer. Algunas con buenas noticias y otras llamadas con la mala noticia de que alguien falta y que el tiempo no pasa en balde para nadie.
Yo quisiera que los años pasaran igual para mí. Que el tiempo no acabe con las amistades que son importantes. Con las que te acompañan siempre, sean en buenos momentos o en los no tan buenos. De las que un año más tarde, hablan contigo por teléfono sin olvidar detalle desde la última conversación, sin dejar de notar el mismo calor y el mismo cariño que compartían en la juventud.
Por un momento me sentí feliz de ver su felicidad tan solo con unas llamadas. Y por ese momento, volví a sentir esa ilusión de la Navidad que hace ya años tengo dormida.
Gracias.



Firma final