Ayer pasé la tarde con el portátil sobre mi regazo y una pila de CDs viejos a mi lado. No buscaba nada en concreto, simplemente esperaba encontrar algunas fotos para actualizar mi perfil de facebook y alguna que otra cosa para uno mis proyectos creativos. El problema de hacer estas cosas, o quizás la ventaja, es que a veces encuentras lo que no buscas.
Así que allí estaba yo, quitando y poniendo discos, copiando ficheros, navegando entre carpetas y directorios y entonces encontré unas fotos y unos archivos. Me pareció como si esas fotos y esos poemas hubieran sido hechos hace siglos.
Es curioso cómo cambia la perspectiva y cómo percibimos las cosas con el paso del tiempo. Las fotos eran claras, sabía cuando habían sido tomadas, en qué momento preciso, que sucedió en los momentos anteriores y posteriores a ellas e incluso a qué circunstancia de nuestra vida (la de esa persona desconocida ahora para mí y la mía) se habían hecho. Pero ayer, por primera vez, vi cosas que antes o no veía o simplemente omitía. Dicen de las imágenes que valen más que mil palabras y después de anoche tengo la certeza de que esa teoría es demostrable. En ellas estaban todas esas respuestas que tanto tiempo busqué y que luego, por otros caminos, fui encontrando.
En los poemas, solo había palabras que ahora no me decían nada. La primera vez que los leí se me erizó la piel, me sonrojé, temblé y hasta lloré de felicidad. Pasado un tiempo, también me hicieron sonrojar y llorar pero por rabia y desesperación. Seguía creyendo en la certeza de lo que decían. Ayer, solo me transmitieron tristeza. Porque será que soy una romántica hasta la médula, pero no sentir nada por algo que significó tanto en su momento es triste.
En definitiva las palabras, por muy escritas que se encuentren, el viento se las lleva. Las imágenes aunque en un primer momento las miremos sin observar, reflejan un hecho y eso no se borra, no cambia, no desaparece.
Con esto hago una autoreflexión de cómo podemos llegar a ser ciegos sin serlo. De cómo nos vendamos los ojos con la esperanza de que “Ojos que no ven, corazón que no siente” y de cómo aprender de ello. Porque como bien dice un amigo mío… lo que importa es lo que uno quiere aunque para llegar a darte cuenta de esto y tomarlo como un lema hay que pasar por estar “ciego de amor” y luego pasar a preguntarte “¡cómo pude ser tan tonto!”. Menos mal que el tiempo lo pone todo en su sitio.
Es curioso cómo cambia la perspectiva y cómo percibimos las cosas con el paso del tiempo. Las fotos eran claras, sabía cuando habían sido tomadas, en qué momento preciso, que sucedió en los momentos anteriores y posteriores a ellas e incluso a qué circunstancia de nuestra vida (la de esa persona desconocida ahora para mí y la mía) se habían hecho. Pero ayer, por primera vez, vi cosas que antes o no veía o simplemente omitía. Dicen de las imágenes que valen más que mil palabras y después de anoche tengo la certeza de que esa teoría es demostrable. En ellas estaban todas esas respuestas que tanto tiempo busqué y que luego, por otros caminos, fui encontrando.
En los poemas, solo había palabras que ahora no me decían nada. La primera vez que los leí se me erizó la piel, me sonrojé, temblé y hasta lloré de felicidad. Pasado un tiempo, también me hicieron sonrojar y llorar pero por rabia y desesperación. Seguía creyendo en la certeza de lo que decían. Ayer, solo me transmitieron tristeza. Porque será que soy una romántica hasta la médula, pero no sentir nada por algo que significó tanto en su momento es triste.
En definitiva las palabras, por muy escritas que se encuentren, el viento se las lleva. Las imágenes aunque en un primer momento las miremos sin observar, reflejan un hecho y eso no se borra, no cambia, no desaparece.
Con esto hago una autoreflexión de cómo podemos llegar a ser ciegos sin serlo. De cómo nos vendamos los ojos con la esperanza de que “Ojos que no ven, corazón que no siente” y de cómo aprender de ello. Porque como bien dice un amigo mío… lo que importa es lo que uno quiere aunque para llegar a darte cuenta de esto y tomarlo como un lema hay que pasar por estar “ciego de amor” y luego pasar a preguntarte “¡cómo pude ser tan tonto!”. Menos mal que el tiempo lo pone todo en su sitio.
La foto pertecene a una obra de René Magritte llamada The Lovers.
3 comentarios:
Secundo la "emoción"!
Vaya, me has dejado sin palabras, no creo que el tiempo cure las heridas, sin embargo, cuando la relación se va desgastando y llega a un punto donde los sentimientos se agotan, uno comienza a ver a aquella persona, de una forma mas subjetiva; y comienza a comprender el daño que nos hicieron sin darnos cuenta.
Aunque la etapa del "Duelo" sea dolorosa, y en veces parezca interminable es un proceso mas por el que debemos de pasar para ser mejores.
Bueno, próximamente escribire un articulo nuevo, ahora no tengo tiempo por cuestiones de la universidad, pero espero que par este fin de semana haya algo nuevo por aya, te espero nos vemos e insisto me gusta mucho como escribes.
Ignacio: qué te voy a contar a tí! jajaja
Zephiro: Gracias de nuevo por tus alabanzas. :) La verdad es que todo esto sucedió hace mucho tiempo y cosas de la vida, se vuelven a cruzar en tu camino y te hacen ver que nadie muere de desamor. Gracias a Dios!
Besos a los dos. Gracias.
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