Este pasado Viernes he vuelto a tener un disgusto con el agua. Esta vez con el calentador. Les pongo en situación a ver si se le puede buscar algún remedio a tan repetitivo problema.
El primer percance que yo recuede relativo a esto, ocurrió en mi infancia. Cuando a mi primo pequeño le entretenía más el girar de la lavadora que comer con los dedos. Cuando todos estábamos despistados abría el tambor y todo, agua, ropa y jabón, salía a raudales de la misma. Los fabricantes de lavadoras, debían de tener un primo similar al mío ya que posteriormente crearon las medidas de apertura retardada y toda esa útil parafernalia.
El siguiente percance en mi memoria corresponde a ese día que mientras me duchaba sola en casita de mis padres, de repente el agua dejó de tener fuerza pero el murmullo de unas cataratas sonaba en el patio. Efectivamente, se había roto un flexible y ahí que fui yo, a bajar la palanca de la electricidad porque la lavadora estaba puesta y el patio se estaba inundando de agua. Enrollada en mi toalla con jabón por todos lados y con un futuro que se presentaba de agua fría como un témpano.
Luego, cuando al fin creí que estos percances ya no volverían a ocurrir y que nunca más sería pasto de las inundaciones. Mi nuevo vecino decidió taladrar su pared de la solana, con tan buena suerte que le hizo un agujero a la tubería del agua y parecía que su piso se estaba meando sobre mi terraza.
Pero ya el colmo de mi desesperación fue este Viernes, esperaba a que mi hermano llegara a recogerme puesto que habíamos quedado para encargarle juntos unas cositas a ustedes, Sus Majestades de Oriente, cuando de repente, se va la luz en casa. Cierto es que hacía un día con un sol que rajaba las piedras, pero como yo oí agua, pues pensé que se habría ido la luz debido a la lluvia. ¡Ay! cuan equivocada estaba. Ni de lejos me imaginaba yo la terrible realidad. Comencé a vestirme ya con la luz de bien entrada la tarde y cuando fui a poner la ropa sucia en la lavadora y abrí la puerta del patio..... qué vieron mis ojos!!!!! Un arrozal. En eso se había convertido mi patio. El termo sacaba agua a borbotones por todos lados menos por el que supuestamente desagua el calentador en caso de emergencia. La lavadora estaba tan mojada y tenía tanta agua debajo que había hecho saltar el diferencial de la electricidad. Y yo pensando... ¡si es que monto un circo y me crecen los enanos! Así que ante la inminente llegada de mi hermano me puse manos a la obra. Cerré la llave de paso, desenchufé todos los electrodomésticos del patio y con la fregona me puse a recoger el agua. Ayy, pero no acabó ahí la historia. El cubo de la fregona se ve que vencido por dormir a la intemperie del patio decidió que era el momento oportuno para romperse. Sí, él solito lo decidió. Sin consultar conmigo y sin pensar que era en la peor situación que podía haberlo hecho. 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9 y 10. Eso hice, conté hasta 10. Recogí el agua como pude y claro... con el panorama de fiestas... ni noticias del técnico hasta hoy.
Ustedes creen que después de tanto sufrimiento, de tener que pagar un termo nuevo (el técnico dice que este no tiene arreglo), de que se me rompieran mis utensilios contra el agua (entiéndase cubo de la fregona) y de que esta historia se repite más o menos cíclicamente en mi vida... ¿sería mucho pedir que no sufriera más percances líquidos de magnitudes similares? Si esto no es posible quizás algún tipo de bote salvavidas o de canoa no me vendría mal.
He de decir que he sido tremendamente buena este año .
Besos,
Carol.